Investigación acción en cultivos sostenibles socialmente

Desde hace tiempo estamos cada vez más sensibilizados por las consecuencias, cada día más evidentes, del cambio climático y del pico del petróleo manifiesto en el encarecimiento progresivo de energías y transportes. Máxime desde nuestra participación y conexión con las iniciativas de transición que se vienen organizando globalmente desde la pequeña localidad de Totnes en Transition network. La base del movimiento es sencilla, parte de la toma de conciencia y la práxis desde lo cotidiano por alcanzar un modo de vida más sostenible y menos dependiente de los combustibles fósiles y propone la génesis de modelos de habitalidad más resilientes y adaptados al cambio climático.

Entre muchos de los cambios necesarios que se plantean en la transición uno de los más significativos es el tratar de reducir la incongruencia global que tenemos con las «superautopistas de la alimentación» el traer y llevar la comida de una parte a otra del planeta, con un consumo extraordinariamente insostenible a largo plazo. Son momentos de moda del local food, el kilómetro cero por encima incluso de tratarse de una agricultura o ganadería orgánica, desde luego muy entendible en el Reino Unido para aquellos que les recuerdan sus dificultades de abastecimiento en la II Guerra Mundial.

Se trata de recuperar la mentada soberanía alimentaria como estrategia de sostenibilidad. Esta soberanía rememora la autosuficiencia y complementariedad de las comunidades rurales que se autoabastecían de alimentos producidos en su propia célula de habitabilidad expresada en la parroquia campesina, como bien describe Jaime Izquierdo en «La casa de mi padre», libro que mantengo de cabecera por la apertura de miras e interpretaciones que está ofreciéndome.

«La parroquia campesina, heredera de la tribu neolítica y expresión genuina de la cultura que hunde su raíz en la tierra desde hace varios miles de años, es la consecuencia de un lento proceso de evolución, maduración y experimentación que organizó, hasta convertirlo en conocimiento…»

Aldeas, cortijos, caseríos y pequeñas poblaciones ajustadas al territorio. Aún más esta aspiración a la soberanía alimentaria nos conectaría con la sabiduría etnobotánica de las comunidades recolectoras que transmitían conocimientos sobre el aprovechamientos nutricional, medicinal y místico del bosque más cercano a sus asentamientos. Ese saber heredado de generación en generación prácticamente se ha perdido salvo por la memoria privilegiada de algunas personas «Agri-cultas» casi siempre mayores, o pertenecientes a otras comunidades del planeta donde la agricultura industrializada no ha borrado el conocimiento con sus suministros. En este sentido comentar que está siendo muy gratificante e interesante los resultados de la investigación acción participativa que basada en este conocimiento estamos promoviendo en la acción formativa DILAS (Dinamizadores de Iniciativas Locales Agroecológicas), en la red TERRAE.

Pero volviendo al Reino Unido, me interesa rescatar este cambio de mentalidad que está guiando las diferentes corrientes que apuestan por un cultivo más racional, con mayor conexión con la naturaleza, e incluso en estrecho vínculo con la misma. Se trata de plantear a la humanidad como parte del planeta y no como dominador. Son algunos de los argumentos de la ecología profunda que apuestan por la necesidad de enfocar  nuestra educación hacia otros horizontes, como plantea Satish Kumar y se viene desarrollando en Schumacher College, no por casualidad junto a la localidad de Totnes. Tampoco es de extrañar que precisamente en los jardines de este centro de referencia aparezca la experiencia del Forest Garden (Bosque comestible) que nos atrajo para contactar en esta zona, y más al conocer de primera mano a través de nu-project el planteamiento de Martin Crawford  de convertir un bosque humanizado en una auténtica biodespensa.

Unido al conocimiento y exploración de nuevos alimentos, el otro valor fundamental a rescatar también de nuestro aprendizaje por el Reino Unido, es el sentido comunal y comunitario. «If you eat, your in». Así viviendo la experiencia en Todmorden de Incredible Edible con el equipo municipal de Carcaboso (Cáceres) pudimos apreciar el valor de la iniciativa ciudadana expresada en la creación de jardines comunes, la recuperación por iniciativa propia de espacios públicos para convertirlos en jardines comestibles donde los  vecinos siembran, cuidan y cosechan vegetales en cualquier rincón que permita un cultivo sano. Además organizan foros, cursos de cultivo y de cocina, de propiedades medicinales. La experiencia está siendo tan reconocida que incluso ahora esta pequeña localidad al norte de Manchester se conoce por los numerosos turistas que acuden de todas las partes del planeta.  Esta corriente abierta y cristalizada en el sello Incredible Edible ya aglutina a numerosas experiencias en todo el mundo. Sin duda para nosotros en España sigue siendo un reto recuperar el paso de lo público a lo comunal, la iniciativa municipal loable en muchos territorios rurales necesita movilizar la participación ciudadana a través de su implicación voluntaria en proyectos que si bien, no parecen inicialmente económicamente rentables, sin duda son social y ambientalmente necesarios.

Así pues avanza la tendencia de los jardines comestibles, de espacios de socialización y conexión con la naturaleza, de recuperación del conocimiento de la producción de alimentos. Cada vez más numerosos, su evolución y diseño está abierto a distintos modelos. Por destacar algunos quizás me viene a la memoria nuestra visita al Biolortu en la localidad de Elburgo, pequeño espacio correspondiente a una parcela pública situadas en una promoción de viviendas residenciales. Biolortu está gestionado por voluntarios que trabajan en este huerto didáctico con  espacios demostrativos de producción ecológica, jardinería hortícola ornamental, cultivo en espacios reducidos, jardinería con frutales, recuperación de especies autóctonas, compostaje, gallinero comunitario y aprovechamiento de las aguas fluviales.

La puesta en valor de este conocimiento y de la investigacion realizada en estas experiencias, unido a nuestro trabajo y formación en la restauración ambiental, en experiencias de permacultura, agricultura regeneratica,…se concreta en proyectos. Y la investigación a la acción….

….surge la idea  ilusionante del «Arboreto comestible Hoya del Enebral» realizada en la localidad de Redueña (Sierra Norte de Madrid). En este caso partimos de un proyecto clásico, abordado desde principios urbanísticos que siguen mirando las intervenciones desde la perspectiva de la construcción y dotación de mobiliario, más que en la incorporación de elementos vivos. Es cierto que urge modificar procedimientos administrativos e incluso corporativos ya que el diseño es básico para poder materializar estos nuevos espacios. Tienen que basarse más en principios holísticos que incorporen los elementos naturales, los consumos energéticos, y la evolución natural de la intervención abordada con la inversión inicial. Pensamos que cualquier proyecto de este tipo tiene que concebirse desde la participación ciudadana para asegurar su futuro, el empoderamiento de los ciudadanos en el mantenimiento, gestión, mejora y evolución es la clave de su viabilidad.

El Arboreto Comestible aborda la restauracion paisajística, sobre una vía pecuaria a su paso por el pueblo, convertida en zona marginal y vertedero de inertes. Se ha desarrollado una profunda mejora del sustrato, con la incorporación de grandes volúmenes de tierra vegetal y la instalación de un sistema de goteo autocompensado que ayude en los inicios a consolidar de la plantación.

El arboreto cuenta inicialmente con 124 frutales y más de 100 arbustos en una plantación respetuosa con el entorno y la tradición hortofrutícola del municipio. A las puertas de la dehesa boyal, el Arboreto Hoya del Enebral cuenta con azufaifos, perales, granados, vides, higueras, manzanos, guindos, cerezos, avellanos, tilos, arándanos, albaricoques, ciruelos, membrillos, madroños, gojis, saúcos,… plantados juntos con los algunos existentes almendros y respetando las plantas comestibles del lugar como cardos marianos, hinojos y ortigas. Aderezando el sotobosque con salvias, espinos, tomillos, romeros, oréganos, caléndulas, tajetes, calabazas, capuchinas,… En la entrada norte cuenta con cuatro composteras que esperamos empiecen a generar un sustrato que mejore aún más el suelo. Y como escaparate de entrada se han instalado un total de nueve bancales profundos en forma de semicírculo que acogen a los visitantes para disfrute y alimento con plantas hortícolas y flores comestibles.

Pero no solo es un proyecto vecinal, se concibe como un espacio abierto a los visitantes y turistas que quieran acercarse a Redueña. Para ello se ha realizado un itinerario interpretativo con 15 hitos que muestran las cualidades alimenticias de todos los árboles y arbustos del arboreto. Enriquecer la tierra, sombras comestibles, primeros balsámicos, ensaladas campestres, frescos tentempié, flores en la mesa, poderosos frutos, matices de la tierra, jugosos setos, postres saludables, regusto del pasado, dulce aperitivo, superalimentos y la impaciente primavera… son los titulares de este recorrido que sorprenderá al visitante.

Dejamos en este rincón de la Sierra Norte una puerta abierta a todas estas experiencias y conocimiento que esperamos provoque su germinación en otras comunidades rurales.

Desde aquí quiero agradecer el esfuerzo y dedicación al equipo de trabajo y obra que ha formado parte de este proyecto. Creo que sembramos un buen inicio para un arboreto comestible, que ahora dependerá de la bondad, cuidado y generosidad de sus habitantes.